Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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1704
Legislatura: 1901-1902 (Cortes de 1901 a 1903)
Sesión: 30 de enero de 1902
Cámara: Congreso de los Diputados
Discurso / Réplica: Discurso
Número y páginas del Diario de Sesiones: 109, 3180-3181
Tema: Demanda de un crédito extraordinario para los trabajos de extinción de langosta

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): Pido la palabra.

El Sr. PRESIDENTE: La tiene S. S.

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): Yo no sé si seguir a S. S. esta tarde en el camino que ha emprendido para explicar su voto respecto a la proposición que está sobre la mesa.

Por lo pronto, lo que me parece es que a S. S. le importa más que haya crisis que el que no haya langosta. (Muy bien.) Eso se deduce de todo su discurso. (El Sr. Romero Robledo: No; S. S. sabe que en eso no podemos ahondar porque yo no perdería nada.) Su señoría no tiene interés personalmente en ello; pero, sin embargo, le preocupa más la crisis que el que no haya langosta, porque lo ha demostrado S. S. esta tarde; S. S. ha pedido la palabra para explicar su voto en una proposición que a la langosta se refiere, y no se ha ocupado para nada S. S de la proposición.

¿Es que vamos a entrar esta tarde en el debate político que el Sr. Romero Robledo tiene anunciado? A mí me es igual, pero no me parece oportuno. Vamos primero a ventilar esta cuestión, y después, si quiere S. S. mañana, esta misma tarde, cuando guste, podremos entrar con todo detenimiento en el debate político que S. S. ha planteado esta tarde, perdone S. S. que se lo diga, bien inoportunamente.

Que el Gobierno está dividido porque resulta una diferencia entre el Ministro de Agricultura y el Ministro de Hacienda. ¡Vaya un descubrimiento que ha hecho S. S.! (Risas.)

Digo esto, Sres. Diputados, porque esas diferencias entre el Ministro de Agricultura y el Ministro de Hacienda han existido toda la vida, en todas las épocas y en todos los Ministerios porque no pueden menos de resultar si cada Ministro ha de atender como debe a la misión que le está encomendada. El Ministro de Agricultura, naturalmente, al ver muchos servicios importantes poco dotados, pide natural y lógicamente más consignación para ellos, pero el Ministro de Hacienda, que tiene otros intereses que guardar y que tiene la bolsa muy cerrada, porque si no se iría el presupuesto del Estado con mucha rapidez (Risas), se resiste a abrirla. Y S. S., que ha sido tantas veces Ministro, ¡Cuántas luchas no habrá tenido que sostener con su compañero el de Hacienda! Los Ministros de Hacienda se ven acosados hasta el punto de que, si no fuera por su resistencia, no habría posible presupuesto. Todos los Ministros de Hacienda, que he tenido muchos a mi lado, han sufrido grandes disgustos; ha llegado momento, como en la época del Sr. Camacho, en que hubo dos Ministros que no cruzaban con él el saludo, ni él con ellos. El Sr. Gamazo, cuya muerte cada vez será más sentida, ¡cuántos disgustos y cuántos sinsabores no pasó, porque queriendo arreglar la Hacienda, tenía que oponerse a todo gasto que él no creía indispensable! Y a todos los Ministros de Ha- [3180] cienda les pasa lo mismo; como que es natural. Y ¡desgraciado el Ministro de Hacienda que no haga eso, y desgraciados los demás Ministros que no atiendan como deben atender a sus Departamentos, porque no cumplirían la misión que les está confiada!

¡Y qué proporciones deba el Sr. Romero a todo esto! Que está dividido el Ministerio, que ya no hay Gobierno, que ya no hay nada; tan desmedidas eran esas proporciones, que juzgaba con la mayor severidad el acto natural que yo realicé, de acuerdo con todas las demás oposiciones, de haber suspendido las Cortes con la fórmula de "Se avisará a domicilio". ¡Pues si precisamente lo hice así porque era la manera de demostrar que yo no hubiera suspendido las Cortes ni por un solo día! Precisamente las suspendí porque las oposiciones mismas lo deseaban como un pequeño descanso, y a fin de que no pudiera creerse que yo quería aprovecharme de aquella ocasión para suspender las sesiones por un decreto, propuse al Presidente de la Cámara la suspensión con la fórmula de "Se avisará a domicilio", de lo cual tenían noticia SS. SS., y no dijeron nada. ¿Por qué no me hicieron alguna advertencia? Si yo hubiera visto la menor oposición a esto, se hubieran suspendido por decreto. ¿Para qué da ahora S. S. a lo sucedido una importancia que antes no le dio y que no tuvo jamás? Eso, Sr. Romero Robledo, me prueba que S. S. no tiene cosa mayor de qué acusar al Gobierno (Risas), puesto que se vale de esas minucias para combatirnos.

Pero, en fin, yo no quiero entrar hoy en el debate político, porque no me parece oportuno, ahora debemos resolver este incidente, para luego entrar en la orden del día.

Hizo también S. S. otro argumento terrible: en el Senado no hay nada que discutir. ¿Sabe S. S. por qué? Porque, sin duda, la obra del Gobierno le ha parecido tan bien, que la ha despachado en muy poco tiempo. (Risas.)

¿Es que no había tarea parlamentaria en el Senado? Pues ha despachado el Senado desde que se han reanudado las sesiones hasta hoy, que han pasado creo unos diez días, más de 30 proyectos de ley, entre los cuales había 8 ó 10 de gran importancia. ¿Qué cargo puede dirigirse al Gobierno porque el Senado se haya apresurado de tal modo que ha despachado en diez días lo que en otras ocasiones cuesta dos meses?

Además, en el Senado hay una importante labor parlamentaria, pendiente de dictamen de Comisión, y aquí, no digo nada; aquí hay muchos proyectos pendientes del dictamen de las Comisiones respectivas y otros sobre la mesa.

Da S. S. tanta importancia a las cosas más pequeñas, que, francamente, cuando se trate de algún hecho que verdaderamente la tenga, no va a hacer efecto S. S. (Risas.)

El Sr. Romero Robledo ha querido también desvirtuar la votación del otro día. Yo no he hecho alarde ninguno de esa votación; se quiso dar una batalla al Gobierno, a quien se consideraba muerto, y yo, naturalmente, apelé a mis amigos para que respondieran; han respondido como debían; no tengo nada que decir. Han hecho bien, a mi juicio (Risas), porque de esa manera han venido a demostrar que no está el Gobierno tan muerto como S. S. cree, ni mucho menos, y que eso de crisis, que a S. S. le halaga tanto, por lo visto, puesto que no se ha ocupado en realidad de otra cosa esta tarde, no está tan cerca como S. S. supone.

Por lo demás, de la existencia del Gobierno, del cual me supone a mí S. S. tan enamorado que todo lo que hago lo hago por conservar el poder? ¡ah! si yo pudiera ser franco en este momento, ¿qué le diría a S. S.? Pero basta que S. S. sepa, como sabe, y como sabe todo el mundo, que lejos de tener apego a éste puesto, hago en él un inmenso sacrificio. (Muy bien.) ¿Qué voy yo ganando en él?

¡Yo, que estoy exponiendo mi salud; yo, que prescindo del tiempo de descanso, si es que alguna vez ha de llegar para mí; yo, que prescindo de todo por cumplir mi deber, soy censurado porque quiero seguir en el Gobierno! ¡Ah! Si le pudiera dejar sin inconveniente ninguno, yo le aseguro a S. S. que lo dejaría con mucho gusto (Muy bien); pero los hombres políticos tienen una carrera larga para algo, y adquieren compromisos que no pueden regir sin hacer traición a sus amigos y a su partido. (Aplausos.) Yo he procurado siempre cumplir con mi deber, y procuro cumplirlo ahora, y mientras tenga vida y salud para cumplirle, lo cumpliré; aquí, si es necesario estar aquí, fuera de aquí, si fuera de aquí conviene. (Grandes y prolongados aplausos.)



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